Los testimonios que se conservan, escritos y visuales, confirman que las diversas composiciones de los kente eran objeto de cambios y evoluciones, lo que atestigua un componente de moda en su consumo. La mayor transformación se dio hacia 1350 en el traje masculino, que se volvió más llamativo y fue objeto de mayores cambios de moda que el femenino. En el siglo XIV se vivió una época de mayor hedonismo, en que se buscaba disfrutar de la vida, lo que se reflejó en la moda, siempre de acuerdo con las diferenciaciones sociales: según Johan Huizinga (El otoño de la Edad Media), «las clases sociales estaban perfectamente definidas y ordenadas de acuerdo con las diferencias de sus vestidos, sus pieles y los colores predominantes, sus gorras y sombreros.