El vestido femenino se componía de taparrabos y strophium -antecedente del sujetador-, sobre el que iban dos túnicas, la subúcula, larga hasta los pies y sin mangas, y el supparum, túnica corta semejante al quitón griego, que podía sustituirse por la stola, túnica de mangas cortas, o la palla, un paño rectangular sujeto al hombro por fíbulas. El despunte definitivo se dio en los años 1960 y 1970 con Roy Halston Frowick, que destacó por sus prendas de punto, sus abrigos y chaquetas de formas cuadradas, chaqueta madrid sus elegantes sombreros y sus jerséis cuello de cisne.