El vestido femenino se basó por un tiempo en los corpiños en pico, que fueron sustituidos por los levitones o por el vlieger, un abrigo largo, sin talle, abierto por delante, con cuello en abanico. Se crearon así unos vestidos y túnicas de lujo y gran vistosidad, con intensos coloridos que denotaban la posición social: los colores púrpura, violeta y jacinto estaban reservados para la familia imperial, hecho recogido en el Código de Justiniano.