Durante el reinado de Felipe III lo más significativo fue el aumento de tamaño de los cuellos o lechuguillas, así como una mayor riqueza en joyas y tejidos, que dejaba atrás la austeridad de los primeros Austrias. Se abandonaron los cuellos de lechuguilla, así como los adornos excesivos en jubón y calzones, aunque las telas eran suntuosas, con encajes y almidonados de lino blanco que servían de contrapunto al negro, así como unos lazos en forma de roseta en ciertas partes de las prendas.